Las casas de tierra: una forma digna de habitar la Tierra

Cuando murió, su casa fue deshabitada, poco a poco con las lluvias y el sol fue cayéndose, las plantas la treparon por las ventanas y aquella tierra con la que fue construida se reintegró.

Casas de adobe en México: arquitectura ancestral, resiliente y sostenible. Una forma digna de habitar, construida con tierra y saberes tradicionales.
Casas de adobe en México: arquitectura ancestral, resiliente y sostenible. Una forma digna de habitar, construida con tierra y saberes tradicionales.

Por María de la Luz Delgado Gómez

En los territorios de la ruralidad mexicana, construir con Tierra es tan ancestral que ni siquiera existe un dato específico de su comienzo; algunas crónicas escritas aproximan el siglo XV. Lo cierto es que en el pasado las civilizaciones mesoamericanas fundaron sus territorios con sistemas constructivos de Tierra y piedra.

Sin embargo, esta práctica fue desplazada a raíz de los procesos de colonización en Abya Yala (nombre antiguo del continente que significa “tierra viva, madura o en florecimiento” en el idioma del pueblo Kuna), el desarrollo tecnológico y las nuevas formas de explotación para obtención de materiales de construcción. Es decir, la construcción con adobe fue transformada por otros sistemas y arquitecturas basadas en materiales no renovables. 

Eventualmente, la construcción de viviendas de Tierra pasó de ser una normalidad a ser llamada con prejuicio “casa de pobres”, discriminando a las personas de pueblos originarios y poblaciones rurales que principalmente continuaron con estos sistemas constructivos. Y sin embargo, las manos que construyeron estas casas son testamento de resistencia y resiliencia de pueblos enteros.

Por ello es importante saber que las casas cuentan historias, forman parte de la memoria viva de cada territorio, son una manera digna y válida de habitar que puede ser resignificada, más aún cuando se ha convertido en una forma de habitar erosionada rápidamente por la mancha de lo urbano, la migración forzada y la especulación inmobiliaria. Esta es la historia de las resistencias de las casas de Tierra en Xiquipilli y de quienes las habitan. 

Una forma digna de habitar

Para algunos lugareños, estas viviendas representan un arraigo con su historia y con su identidad:

Representa mi vida misma, porque en ella crecieron vivieron y murieron muchas generaciones que transmitieron grandes enseñanzas, valores, vivencias y costumbres. Porque en ellas recordamos parte de nuestra infancia y de nuestra adolescencia, y donde el vínculo familiar era muy fuerte. La responsabilidad, la solidaridad, la cultura del esfuerzo se inculcaba desde temprana edad. Y eso te permitía imaginar muchas cosas que podías alcanzar. (Elías Delgado, maestro adobero)

La durabilidad de las casas de adobe es sorprendente y representan en sí todo un ecosistema, porque parecen estar vivas aun cuando no están habitadas. Cuando dejan de tener quien las vive, rápidamente se deterioran y se reintegran a la tierra con la que fue construida, volviéndonos a recordar la impermanencia de las cosas y los ciclos de la vida.

Las casas de adobe están hechas de tierra, esfuerzo, teja, conocimiento, madera, agua, paciencia, ocoxal y paja, principalmente. Una casa de Tierra tiene la cualidad de ser térmica: conserva el calor en temporadas de frío y es fresca en temporadas de calor, lo que ayuda a sobrellevar los estragos del cambio climático. Como este año, cuando se presentaron temperaturas máximas de hasta 29 grados, 0.6 más que el promedio anual para el verano.

Los testimonios de las personas entrevistadas en la comunidad demuestran que la construcción de viviendas de adobe ha disminuido radicalmente, porque ahora se opta por otro tipo de materiales, en parte, debido a que en el imaginario predominante, las casas de concreto significan progreso.

Afortunadamente, existen algunos esfuerzos por compartir conocimientos sobre otros sistemas de construcción y se han creado manuales y diseños para eficientar procesos de bioconstrucción, los cuales también son posibles de adquirir en el internet, con diseños innovadores y adaptables a las necesidades de las personas.

Las casas de adobe aún resguardan el descanso de las infancias, protegen del calor o del frío a cientos de abuelos y abuelas, resguardan de la calle a jóvenes y son el hogar de cientos de personas. Son sistemas constructivos milenarios heredados que van más allá de su materialidad, porque representan  resiliencia, resistencia e inteligencia, porque no generan graves estragos sociambientales a diferencia de la construcción con materiales no renovables.

Es una forma de habitar que constantemente ha sido atacada por estereotipos clasistas y raciales porque dista de la colonialidad y representan en sí, una forma digna y moderada de habitar la Tierra.

La arquitectura e ingeniería como potencias extractivas

Al cuestionar algunos paradigmas sobre la vivienda, también rompemos algunas cadenas extractivas y coloniales que determinan las formas de habitar.

La alta demanda de materiales usados en la construcción de ciudades, megaproyectos, zonas habitacionales, etc., significa la explotación y ecocidio de zonas naturales, rurales y de pueblos originarios. Esta situación es común en el ámbito de la arquitectura y la ingeniería empresarial.

En Xiquipilli, la explotación de minas de cantera y grava ha ocasionado un ecocidio en los montes, por la gran cantidad de árboles que son talados, animales despojados y la disminución de los cuerpos de agua.

Estos ecocidios han sido denunciados por la comunidad de Endexto, perteneciente a Xiqupilli, y aunque lograron cerrar una de las principales minas en 2017, los intereses continúan vigentes y los mecanismos gubernamentales de protección tanto de las zonas naturales como de los defensores territoriales son inexistentes.

Las y los lugareños han denunciado la corrupción entre compradores de grandes extensiones de monte y los gobiernos locales. También que algunos de los incendios han sido provocados estratégicamente en zonas con alta especulación, a fin de que la reglamentación permita el cambio de suelo y con ello la explotación de minas.

También es constante la apropiación de conocimientos sobre los sistemas constructivos tradicionales. Tal es el caso de las casas mayas y el uso del chukum, un árbol nativo de México, ambos conocimientos bioconstructivos a base de plantas endémicas, ahora son altamente demandados por la industria inmobiliaria internacional.

Esto se está haciendo bajo la premisa de arquitectura vanguardista de la sustentabilidad, pero se trata de una sustentabilidad sin perspectiva de clase ni decolonial, y tan solo representa una marca de las agendas internacionales que supone cambios de consumos ante la crisis global ambiental que en sí, es el capitalismo voraz, pero  que en su adaptabilidad propicia una creciente apropiación de conocimientos y recursos bioculturales de los pueblos. Éstas son tan solo actualizaciones discursivas para continuar las lógicas extractivas en los territorios de pueblos originarios y rurales con supuestos morales respecto al cuidado ambiental.

El extractivismo es la constante en estos territorios. Se trata de una cadena de explotaciones que se dan desde el ámbito intelectual, económico, político y cultural en poblaciones quienes, por ancestralidad e inteligencia, han aprendido a coexistir sin generar grandes estragos ambientales.

Las casas habitadas nos cuentan historias de familias separadas

Las casas de adobe también atestiguan la migración, la separación de familias y las luchas constantes de las mujeres como cuidadoras de las infancias (el futuro) y abuelitos/as (ancestros).

La foto que corresponde a esta casa, se sabe que en ella vivía una familia con dos hijas a principios de los años 1990. La falta de acceso a servicios y garantía de derechos como la educación y el trabajo, no posibilitaron su permanencia en el territorio, y cuando llegaron a la mayoría de edad, migraron a los Estados Unidos.

La vida pasó, su mamá y papá murieron y  las hermanas ya no volvieron por falta de documentos. Así que, la casa, pues, quedó abandonada y algunas de sus paredes cayeron, dejando al descubierto tiernos murales que las hermanas habían pintado cuando eran niñas.

Actualmente, la casa abandonada se convirtió en el refugio de un joven de la misma comunidad, quien en un accidente perdió capacidades cognitivas y, por la falta de asistencia social y médica, cayó en una profunda depresión y adicciones.

En casos como este, es posible observar la vulnerabilidad que viven las juventudes rurales por carecer de la garantía de derechos, razón principal por la cual se presenta la migración masiva desde hace décadas en la búsqueda de oportunidades para el sostenimiento de las familias.

En esta otra casa, no tan lejos de la primera, viven dos personas adultas mayores quienes toda su vida se dedicaron al campo. Sus hijos migraron a la ciudad y solamente los ven dos veces al año. Su sobrino y una vecina son quienes les asisten y están al pendiente de sus cuidados diarios, les hacen las tortillas para comer y les llevan la leña para cocinar. A pesar de su avanzada edad, los señores aún se dedican a cuidar animales, sembrar maíz y cultivar plantas medicinales que venden de vez en cuando.

En esta casa, nos contaron que tiene casi 120 años y fue hecha por el bisabuelo y bisabuela del dueño. También, que requiere de restauración, pero aún está muy estable. En ella habitan dos mujeres jóvenes que cuidan a dos personas adultas mayores y a sus tres menores de edad, quienes aún están aprendiendo a caminar y hablar. Ellas cuentan que sus esposos también migraron para trabajar y que vuelven cada cierto tiempo.

 En casos como estos, donde la mayoría de los hombres migran, son las mujeres quienes quedan a cargo de la totalidad de los trabajos de cuidado y crianza, incluyendo los sembradíos de maíz, frijol, calabaza, avena y hortalizas para alimentar a la familia y algunos animales.

Finalmente, en esta otra casa vive una señora de la tercera edad y de carácter muy amable. Nos comentó que ya casi no tiene visión y se acompaña con un hijo adulto con síndrome de Down. También dijo que cuando era niña trabajó en la ciudad  y que la vida le era bastante difícil porque como trabajadora del hogar padeció maltrato, racismo y humillaciones, así que decidió entonces regresar al campo y tiempo después, se casó. Hace algunos años su esposo murió y ella y su hijo continuaron trabajando el campo.

“Yo solo me iba a trabajar para traer el dinero a mi familia, pero tarde o temprano una vuelve porque la vida en la ciudad es más difícil cuando eres pobre y no conoces a nadie”. (comunicación personal, anóonima).

Conclusión

Tener una lectura del contexto donde se sitúan los conocimientos de construcción ancestral con Tierra, y las personas que los encarnan, desde una perspectiva decolonial e histórica, resulta un acto inicial de justicia epistémica. También es un llamado a las nuevas generaciones rurales a valorar y reconocer los legados que hoy en día pueden representarnos grandes fortalezas para afrontar las crisis venideras: la crisis climática, la migración forzada, la falta de acceso a la vivienda como derecho humano, una necesidad físico-espacial inherente a nuestra humanidad socializada.

En la actualidad, aspirar a una vivienda significa el endeudamiento con empresas públicas y privadas y su distribución de acceso es según un orden económico que resulta racial y clasista.

Por ello, los sistemas constructivos tradicionales y, en este caso, las casas de adobe representan una autodeterminación para garantizarse el derecho a una vivienda, el derecho a la autoconstrucción y el derecho al autodiseño sustentable y sostenible, y todo esto gracias a un legado ancestral que puede ser tomado, resguardado y resignificado por las juventudes rurales de hoy.

Cada casa cuenta una historia que visibiliza el descuido sistemático de las ruralidades y los cuerpos más vulnerables, nos recuerdan heridas latentes causadas por la desigualdad y al mismo tiempo, representan la fortaleza y resiliencia de la ruralidad.

El crecimiento demográfico es exponencial y las zonas rurales son absorbidas con rapidez por la mancha urbana. La especulación inmobiliaria no planificada es abrumante, así como la migración y el extractivismo y el retorno que nos pone en escenarios donde es necesario preguntarse: ¿cómo podríamos vivir de ahora en adelante a sabiendas del contexto social y ambiental actual?

BIBLIOGRAFÍA

De Grammont, Hubert C. (marzo-abril 2016). “Hacia una ruralidad fragmentada: La desagrarización del campo mexicano”. Nueva sociedad 262, p. 1. https://nuso.org/articulo/hacia-una-ruralidad-fragmentada-la-desagrarizacion-del-campo-mexicano/.

Matiúwàa, Hubert. (2022). “El cómo del filosofar de la gente piel”. En Xó Nùnè Jùmà Xàbò Mè’Phàà: El cómo del filosofar de la gente piel, cap. 4. Iztapalapa, México: Ediciones del Lirio.

Robert, Jean. (1999). “Libertad habitar”. En Libertad habitar, cap. 3. Barcelona: Habitat International Coalition.

Robert, Jean. (2021). “El arte de habitar no se deja alfabetizar”. International Journal of Illich Studies 8 (2), pp. 201-210. https://journals.psu.edu/illichstudies/article/view/62595/61740.

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