Mérida sin orden: existen fraccionamientos que son prácticamente ciudades

Sin embargo no cuentan con el equipamiento necesario, la infraestructura ni los servicios básicos, lo que complica su desarrollo sostenible

Cuentan con más población que algunas comisarías del municipio

Por Abraham Bote Tun

Los fraccionamientos que se ubican sobre todo en la periferia, como Las Américas, Ciudad Caucel o Los Héroes son en realidad ciudades, sin embargo no cuentan con el equipamiento necesario, la infraestructura ni los servicios básicos, lo que complica su desarrollo sostenible, aseguró María Elena Torres Pérez, investigadora de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). 

De acuerdo con la especialista en desarrollo urbano, la mayoría de estas colonias cuenta con al menos 10 mil viviendas, lo que multiplicado por 3.5 -número promedio de habitantes por casa- equivale a 35 mil habitantes en cada fraccionamiento; arrojando una población total estimada de 1065 mil personas, sólo en estos tres fraccionamientos que siguen creciendo día con día.

Este número es mucho mayor al de algunas  comisarías del municipio, incluso de algunas ciudades. De acuerdo con datos del ayuntamiento de Mérida, la comisaría de Sitpach tiene mil 634 habitantes; Komchén, 4 mil 259; Xcanatún, mil 495, Dzununcán, mil 802; mientras que otras más grandes apenas rebasan los 6 mil habitantes: Caucel tiene 6 mil 988 habitantes y Cholul 5 mil 880.

Kanasín, según datos del portal Data México, de la Secretaría de Economía del gobierno federal, en 2020 registró una población de 141 mil 939 personas, y Umán 69 mil 147. 

En 2017, Leandro López Arceo, entonces director de la zona sureste de Grupo Sadasi, declaró a medios de comunicación locales que Las Américas contaba con más de 10 mil viviendas construidas.

Ciudad Caucel, de acuerdo con los datos de la investigadora, tiene actualmente más de 40 mil viviendas.

La función ignorada

En la revista Carta Económica Regional, de la Universidad de Guadalajara, Torres Pérez expone que como empresa comercial, la industria inmobiliaria de la construcción de vivienda ha tenido la tendencia permanente a la disminución de espacios, dimensiones y materiales de construcción con la finalidad de producir vivienda económica. Esto deja en segundo plano la finalidad principal de una vivienda: “atender las necesidades del habitante mediante atributos esenciales socioculturalmente, funcionales y ser un bien durable y protector contra las inclemencias del clima”. 

Asimismo, plantea que en las últimas décadas la producción de vivienda ha tenido un incremento cuantitativo con conjuntos urbanos con más casas cada vez. “No pareciera haber límites en cuanto a la cantidad de unidades que se considera un fraccionamiento que se anexa a localidades existentes y pretende formar parte de ellas en cuanto a utilizar su infraestructura, equipamiento y servicios urbanos”, detalla.

La mayoría de las viviendas, por mínimas, indica, presentan un aumento de construcción con tendencia a ocupar la superficie total de lo que se supone es un lote individual, ignorando dos condiciones: la importancia de conservar el área verde y la propiedad en condominio.

La  doctora en arquitectura indicó que la cantidad de desarrollos que tiene la ciudad no está en función de lo que realmente es necesario. “Existe un déficit en infraestructura, equipamiento, áreas verdes, y la cantidad de desarrollos sólo incrementan esto”, manifestó.

La época de los grandes fraccionamientos

Para entender la magnitud del problema, la académica explicó que muchos de estos nuevos fraccionamientos cuentan por lo menos con 10 mil viviendas, y en promedio en cada una habitan 3.5 personas, esto da como resultado 35 mil habitantes.

Después de la creación de la Alemán en 1948, con mil viviendas, la especialista indicó que no hubo otra colonia con este número de casa hasta que surgió Francisco de Montejo, en 1994.  A partir de entonces comenzaron a crear “verdaderas ciudades en forma”: Las Américas, Piedra de Agua, Ciudad Caucel, Los Héroes.

Sin embargo, “todo fraccionamiento mayor a 10 mil viviendas no puede ser considerado un fraccionamiento de la ciudad de Mérida, eso es equivalente a la fundación de una ciudad, o comisaría; deberían tener su propia comisaría o presidencia municipal”, manifestó.

Estas colonias no cuentan con el equipamiento que hay en ciudades como Umán, pero sí cuentan con una mayor población; carecen de un transporte eficiente, frecuente, de plantas de tratamiento de agua, y el abasto del líquido es irregular; faltan escuelas, hospitales, entre otros servicios.

Muchas viviendas son transformadas en escuelas o negocios, cuando no cuentan con los permisos de funcionamiento o uso de suelo necesario, apuntó. El problema no es la cantidad, sino la calidad de vida; “si quieren hacer fraccionamientos de más de mil viviendas que se hagan, pero que cuenten con su propia infraestructura de agua, planta de tratamiento de drenaje, hectáreas para equipamiento, áreas verdes, mercados, escuelas, parques, bancos, cines, teatros; eso es lo que hay que garantizar para que la gente no tenga que salir”, indicó.

Ante esta situación, la investigadora indicó que las personas han adoptado “una capacidad de resignación impresionante”, lo que ocasiona que ellos mismos tengan que resolver sus problemas con sus propios recursos. 

Validar el daño

Por otro lado, Torres Pérez indicó que existe una sobreoferta de vivienda. Quienes tienen capacidad para comprar a través de créditos bancarios lo ven como una  forma de ahorrar, pero se están abandonando las colonias viejas de la ciudad, del centro y alrededores.

Mucha gente deja sus hogares porque no los puede mantener y prefiere ir a estos desarrollos que ofrecen facilidades, son casas más pequeñas, sin patios. 

“Las largas horas de trabajo y la sobreoferta de vivienda mínima facilitan invertir en una casa propia, aunque pequeña y en la periferia, que le permita un lugar donde estar en Mérida para estudiar y trabajar entre semana y regresar los fines de semana al pueblo, con lo que ahorran en alquiler y minimizan los gastos de transporte”, por ejemplo. 

Sin embargo, los diseños urbanos de estos nuevos desarrollos están pensados en función del vehículo, lo cual condiciona vialidades primarias y avenidas que configuran ejes y circuitos de comunicación interna y externa de acceso, mismas que, aunque insuficientes para la demanda vehicular, terminan usando los peatones. 

A pesar de esta sobreoferta de vivienda, carencia de  servicios y equipamiento, los reglamentos municipales lo permiten, esto a través del Plan de Desarrollo Urbano (PNUD) y el Reglamento de Construcciones de Mérida. “Si no respetan sus propios tiempos y autorizan la construcción de una zona que está programada para el año 2030, ellos mismos están violando sus propias normas”, indicó. 

Recalcó que los planes de Desarrollo Urbano han tenido un carácter correctivo más que  anticipativo; es decir, actuar  luego de que se construye algún proyecto de construcción que ocasiona un daño, “lo legalizan en  vez de programar cómo queremos el crecimiento de la ciudad”, manifestó. 

“Los reglamentos se van haciendo ajustando a la demanda de construcción y no a la calidad que debe tener”, concluyó.


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