La Casa de la Mujer Maya “Toj Óolal Puksiik’al”: 14 años de combatir la violencia contra mujeres mayas
Tecto y fotos: Abraham Bote Tun
La Casa de la Mujer Maya “Toj Óolal Puksiik’al”, ubicada en Sihó, comunidad del municipio de Halachó, no se mide por el tamaño de sus instalaciones, sino por el espíritu de resistencia, apoyo, defensa y promoción de los derechos de las mujeres, así como por el combate a las violencias que sufren.
Este espacio, promovido por el Centro Alternativo para el Desarrollo Integral Indígena (Cadin), nació en el año 2008 y a la fecha han apoyado a cerca de 4 mil mujeres, niñas y adolescentes de Halachó, Maxcanú y otras comunidades cercanas con asistencia jurídica, acompañamiento legal, atención emocional, entre otros servicios.
Es una de las dos casas de la mujer indígena que existen en Yucatán y forman parte de la Red Nacional de Casas de las Mujeres Indígenas.
De Mérida a Halachó es alrededor de una hora y media en taxi colectivo. De ahí hay que abordar otro taxi, o ir en moto o auto una media hora más, para llegar a Sihó. En este pueblo lleno de frondosos árboles, restos de una hacienda, se puede ver a niños y niñas jugando en las áreas verdes, corriendo o lanzando sus trompos de madera. La mayoría de las personas andan en bicicletas, triciclos y motos. Abunda la lengua maya, la cual se puede escuchar en varias partes.
La Casa de la Mujer se encuentra a unos metros de la plaza central, enfrente de un monte lleno de grandes árboles; el lugar es liderado por las hermanas Nelsy Maricela Ku Chay, representante legal de la organización, y Ana Bertalicia Ku Chay, responsable del área de atención.
Ambas mujeres llegan al lugar montadas en en su triciclos, sus medios de transporte, con grandes sonrisas reciben al reportero y se preparan para la entrevista. “¿No se perdió? ¿No tuvo problemas en encontrar el lugar?”, preguntan.
Aunque el proyecto arrancó de manera oficial en 2008, su activismo se remonta a varios años atrás, en 1997. Ellas querían emprender un trabajo donde pudieran ganar algo de dinero, pero también poder ayudar a la comunidad. En ese momento, eran jóvenes catequistas entre 16 y 18 años, y convivían con niños y niñas.
Entonces decidieron emprender acciones enfocadas en la niñez específicamente, con el fin de generar una alternativa para desarrollarse más como personas, y fomentar su creatividad; no obstante, las madres se fueron involucrando poco a poco en las actividades y reuniones que realizaban después del catecismo, bajo los árboles de la iglesia.
Al año, gracias al apoyo de la agrupación Investigación y Educación Popular Autogestiva (IEPA), fueron formalizando más la labor de su proyecto.
Además, indicaron, en 2005 hicieron un diagnóstico en la comunidad y sus alrededores, donde observaron que hacía falta un lugar para que las mujeres pudieran acudir y compartir sus necesidades emocionales y de salud.
Las mujeres, detalla Ana Bertalicia, indicaban que podrían ir al Centro de Salud, donde sí las atienden, pero no les explican las cosas en maya. “Hacía falta un espacio donde, nosotras como mujeres, podamos ser acompañadas, y una atención en la salud enfocada desde el respeto”, señala.
Luego, aplicaron para un programa de la entonces Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), hoy Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI), con el cual pudieron construir este tan anhelado espacio.
Sanación
Ana comenta que además de promover los derechos de la mujeres, información para detectar las violencias y acompañamiento legal, también trabajan con la sanación, escuchan los testimonios de cada mujer para que sanen internamente, en su alma, “que sepan que no son culpables de la situación de violencia en la que viven y que pueden salir adelante”.
Justicia, nula para mujeres mayas
Nelsy Ku comenta que a lo largo de estos años algo que ha prevalecido es la falta de acceso a la justicia de las mujeres mayas, las instituciones que deben garantizarla no han cumplido.
No existe, precisó, una ruta clara, además de que persiste la discriminación, revictimización, se cuestionan sus declaraciones.
“Acompañamos a las mujeres, vamos al Ministerio Público de Maxcanú o Umán y nos dicen: aquí no es, regresa a la Juez de Paz, o ve a otro lado…. Todo esto hace sentir a las mujeres agotadas, frustración y enojo porque no reciben una justicia de forma respetuosa”, manifestó.
Aunado a esto, señala la activista, las instituciones no cuentan con intérpretes mayas disponibles. Si una mujer llega, explica, lo que hace el Ministerio es solicitarlo, si localizan a uno éste tiene que viajar de Mérida a Maxcanú, pero todo este proceso es agotador para una mujer que es víctima de violencia.
Y en otros casos ni siquiera se consigue a un traductor maya, agrega, además las y los funcionarios cuestionan a las víctimas. “Las hostigan, cuando eso no tiene que ver, supuestamente su deber es tomar la denuncia”, indica.
Todo esto ocasiona que más de 80 por ciento de las mujeres desista de poner sus denuncias o seguir con su proceso, indica Nelsy Maricela.
A pesar de esto, ha podido comprobar que en estos años ha habido un cambio en las mujeres, que van perdiendo el miedo a denunciar, detectar y salirse de los círculos de violencia. “Ya saben que pueden denunciar y hablar, se hace visible más su situación de violencia, algunas han perdido el miedo, buscan apoyo y pueden decir: hasta aquí llegó”, expresa.
Ana Ku, por su parte, comenta que tampoco se les brinda medidas cautelares a las mujeres cuando denuncian que viven violencia extrema, a lo mucho sólo mandan unas patrullas un par de horas, pero no se quedan ahí de manera permanente, mínimo tres días; la policía se limita a actuar hasta las 11 de la noche.
Embarazo adolescente, aborto y mitos
También un problema que persiste en las comunidades es el embarazo en niñas menores de edad, lo que ocasiona deserción escolar, o son obligadas a casarse, por lo que han trabajado mucho en la prevención con talleres, información y pláticas en las escuelas.
También apoyan a las niñas para que sigan con sus estudios, incluso hay muchachas que deciden criar a sus hijos como madres solteras.
Asimismo, dijo que en los pueblos es mal visto el aborto, sobre todo por los mitos y creencias religiosas que hay en torno a este tema, lo que ocasiona que muchas jovencitas, a pesar de ser menores de edad y no tener las condiciones económicas ni físicas, decidan tener a su bebé. “Existe miedo y el no saber dónde acudir, por eso en la agrupación estamos retomando el tema, pero con mucha discreción, porque es un tema tabú y se requiere de mucha sensibilización” comenta.
Urgen más leyes y casas de mujeres mayas
La también intérprete maya destaca que desde el Congreso de Yucatán, el gobierno estatal y municipal, se deben hacer leyes que protejan a las mujeres mayas, que se garantice el acceso a la justicia y además se promueva la construcción de nuevas casas para la mujer indígena en todo el interior de la entidad.
“Que realmente tomen en cuenta el tema de la interculturalidad, de la cosmovisión e identidad maya, partir desde las mujeres, las comunidades y la cultura”, expresa.
Hace falta sensibilidad y empatía hacia las mujeres, acota Ana Ku, si no hay esto, principalmente de parte de los encargados de la justicia, no ayudan a que puedan salir de la violencia que viven.
Separan parejas
Ana Ku comenta que una de las complicaciones que han atravesado durante estos años, es que muchas personas en las comunidades, sobre todo los hombres, las consideran como “separadoras de parejas”; pues gracias a las actividades, talleres y demás atención que brindan a las mujeres, para que conozcan sus derechos, muchas detectan que viven situaciones de violencia y deciden dejar a su pareja.
“Piensan que desde que una mujer entra a la Casa de la Mujer es que ya fue a denunciar, o se va a separar, cuando no depende de nosotras, hay instancias, la Juez de Paz, Ministerio Público, Fiscalía, estamos para escuchar a las mujeres, orientarlas porque es un alivio para ellas”, expresa.
A lo largo de los años, las hermanas comentan que esta labor las ha hecho más humanas, más sensibles y también las ha hecho respetar los procesos de cada mujer, no criticarlas. “El hecho de ser mujer es entender y respetar que cada una tiene su proceso de cómo salir y hacer frente a los obstáculos, pero tener la fuerza y valentía para decidir qué hacer con su vida”, concluye Nelsy .
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