Infancias sin violencia: crianza basada en la inteligencia emocional, con una perspectiva de género y amor
Por Abraham Bote Tun
Mientras recorre la ciudad en su bicicleta, se pregunta para sus adentros : Si tuviera la oportunidad ¿Qué le diría a mí yo infante? Sigue pensando con cada pedaleo. Las imágenes llegan a la mente, como si fueran parte de una película que no ha concluido. Se dice a sí mismo: “No tienes la culpa de nada”. “No hay nada de malo en ti por pensar diferente”. “Todo va a pasar”. “Mamá y papá no saben lo que están haciendo cuando te pegan con el cinturón, no entienden tu hiperactividad”. “También vivieron violencias de infantes”. “Ama todo lo que eres”. “Recuerda, a pesar de que todo esté muy mal, hay gente que te aprecia. No lo olvides”.
Las infancias necesitan una crianza sin violencia, basada en la inteligencia emocional, con educación sexual; con una perspectiva en derechos humanos, de género y de diversidad sexual; reflexionó la psicóloga Nallely Barrera Acosta, psicóloga feminista.
De lo contrario, podemos formar seres humanos con problemas de salud mental, como depresión o incluso puedan replicar las violencias hacia otras personas o sus propia dependencia, perpetuando así el trauma transgeneracional.
Muchos niños y niñas que nacieron en los años 90 seguramente recibieron una educación basada en la violencia, los golpes, el castigo. Y bajo una visión adultocentrista. Algo normalizado, pues era metidos efectivos para “educar” correctamente a los hijos e hijas. Sin embargo, está comprobado que este tipo de acciones sólo generan un severo impacto emocional a los menores, que luego se podrá hacer palpable en su etapa adulta.
Las nuevas generaciones, quienes sí deciden tener hijos e hijas, han optado por nuevas formas de crianza; más alejadas de estas prácticas nocivas. Más nobles, con inteligencia emocional.
Barrera Acosta indicó que es muy importante la manera en la que nos comunicamos con la niñez, como se les enseña lo que es bueno o malo, desde lo moral o ético, pero sobre todo como les permitimos relaciones con otras personas.
Pues, detalló, es la etapa donde la madurez mental se está formando y cómo vivan las experiencias les va a marcar una ruta para la adolescencia y la adultez.
Asimismo, muchas personas adultas no saben cómo expresar sus emociones, que sentirse triste o llorar es sinónimo de debilidad, y que golpes y violencias arreglan las cosas.
Sin embargo, la fundadora de la organización La Morada Mx, advirtió que si las infacias son criadas bajo este modelo donde el ejercicio de la violencia está normalizado, hay muy alta probabilidad de que repliquen la violencia; o asumir que esa manera de manera de relacionarse afectivamente es normal.
“Es encaminar a las infancias a sólo dos opciones, ser alguien que ejerza violencia o que la reciba. Vivir en un sistema violento nos lleva a seguir en la línea de la violencia”, subrayó.
Además, indicó la especialista, las personas pueden desarrollar un trastorno, síndrome ansioso depresivo; o descontrol de la ira, de impulsos, que puede ser dirigido hacia alguien más a sí mismas; ideas suicidas o agredir a otras personas.
Aunado a esto, cuando se crece en un sistema violento, que nos enseña a recibir solo órdenes, a través de la violencia, se crece un pensamiento constante de culpabilidad, de miedo, que merma las relaciones socio-afectivas, sociales, laborales.
También, agregó, no se cuenta con la capacidad de poner límites y saber cuando alguien nos lastima, lo que muchas lleva a que terminen en una relación violenta. “Es una espiral de la violencia que afecta otras esferas de la vida cuando uno es adulta ”, expresó.
Por lo tanto, la psicóloga indicó que es importante educar a la niñez con una perspectiva de género, inteligencia emocional; deconstruyendo estas conductas machistas para tener personas adultas con mejores salud física, emocional con responsabilidad afectiva y que se puedan desarrollar libremente.
Encuentro con nuestro yo infante
También, la especialista sugirió a las personas adultas reflexionar y encontrarnos con nuestra infancia para hacer empatía. Muchos olvidamos que fuimos niños y niñas, pareciera que el sistema capitalista patriarcal, machista, y la sobrevivencia nos hace olvidar que tuvimos infancia y que fuimos heridas.
Hay que recordar que fuimos niños y niñas, insistió, y tratar de visualizar cómo nos hubiera gustado que las personas adultas nos trataran, como queríamos que nos miraran a esa edad.
“Recordar y abrazar a nuestro niño-niña interior”, subrayó.
Además, indicó, hay que escuchar de manera asertiva a las infancia y adolescencias, poner atención a sus necesidades, sin argumentos adultocentristas y abrirnos a aprender cómo miran el mundo. Mirar los derechos humanos de las infancias y analizar si los estoy cumpliendo.
A las madres, padres y tutores les dice: “No hay que olvidar quer fuimos infantes, que estamos educando a personas, no solo se trata de una etapa bonita, y que todo lo que le digamos, hagamos va a impactar en ellas, en la sociedad y al mundo, que sí se puede salir de ese sistema de donde fueron educadas”, indicó.
Invitó a arriesgarse a hacer cosas diferentes con el fin de que las infancias vivan con sus derechos humanos correspondientes y con una perspectiva para que la violencia no llegue a sus vidas de ninguna manera.
El protagonista de la historia sigue pensando y recordando su infancia, no solo los momentos bellos, los cuales abraza, sino los que fueron desagradables. Es consciente. Ahora no pasa por su mente, pero si algún día decide tener descendencia, entiende que aspectos no debe replicar son sus propios hijos o hijas. La imagen pequeña de él mismo se abraza con su yo adulto mientras el alba los arropa.