El amor sin malicia y la felicidad se conoce a través de los ojos de las personas con síndrome de Down

Fotos y texto por Abraham Bote

A través de los ojos, del corazón y alma de su hijo, Óscar Escalera Avilés, de 25 años, Isela Avilés Sierra ha aprendido lo que es el amor puro, verdadero y lo placentero de la felicidad.

“A mí me ha enseñado a ser más feliz, yo me siento afortunada por tenerlo”, afirma la señora orgullosa.

Óscar tiene síndrome de Down y trabaja en el vivero Verde mi Amor, ubicado en la colonia Nueva Yucatán. Es alegre, de vez en cuando deja escapar una gran sonrisa; un poco tímido, pero seguro de sus labores, regar las plantas con la manguera, ayudar a cargar bolsas de tierra, limpiar floreros y macetas, entre otras actividades.

Además, de ayudar en la jardinería, le apasiona el baile, jugar fútbol, boliche, estudiar y ver caricaturas. Si bien, al inicio uno puede tener problemas en entender lo que dice, con paciencia y empatía se pueden entablar una conversación amena.

A Fabiola Mukul Rivera, dueña de la empresa dedicada al diseño, limpieza, mantenimiento, poda de jardines, se le quiebra la voz y un mar sale por sus ojos, al tratar de definir que representa esta proyecto para ella. “El amor de una madre, los sueños de que incluyan a las personas con discapacidad como a todas las demás personas, igualdad de oportunidades, que mi hija pueda vivir en un mundo de amor”, expresa.

En estos más cuatro años de existencia, el proyecto ha demostrado ser una opción de inclusión para este sector de la población, hace un año abrió el vivero y en este lapso ha podido apoyar con trabajo a dos personas con este síndrome.

Sin embargo, tanto Isela Avilés como Fabiola coinciden en que existen muchos obstáculos y retos para sus hijos, inclusión en lo educativo, lo laboral, accesibilidad y discriminación. Esperan que pronto poder tener un mundo más abierto sin prejuicios y lleno de amor, empatía y sensibilidad hacia las personas con discapacidad.

Verde mi amor hace honor a su nombre: es una comunidad donde abunda el amor. Sobre la espalda del uniforme de las y los empleados se puede leer la leyenda: “Embellecemos tus espacios con amor incluyente”.

Mukul Rivera explica que Verde mi amor surgió por inspiración de su hija Ariana, quien ahora tiene 7 años y nació con síndrome de Down, además tuvo que ser operada por varias complicaciones médicas, desde pequeña.

Entre su deserción y preocupación pro su hija, empezó a investigar y encontró que algunas plantas medicinales podrían ayudar a la salud de su pequeña, aunado a la medicina convencional.

“Siempre me habían gustado las plantas, pero al descubrir las bondades de la naturaleza, me enganché y dije: de aquí estoy”, afirmó.

Entonces, la también psicóloga empezó con diseños y servicios de de jardinería, luego juntó dinero y hace un año abrió el vivero el cual tiene el fin de la inclusión laboral para personas con alguna discapacidad.

El primero en contratar fue Rodrigo, un joven con síndrome de Down que encontró en el mercado Lucas de Gálvez, trabajando de taquero, quien trabajo con ella varios meses, sin embargo no se adaptado a la labros, pues él le indicó que lo suyo lo suyo era ser preparar tacos. Así que Rodrigo le sugirió a su mejor amigo y hermano del alma: Óscar.

“Si bien no se les entiende mucho, pero el oído se va educando a entenderlos, es darle la oportunidad”; expresa la empresaria.

Fabiola Mukul reconoce que se ha avanzado en inclusión, no obstante es evidente que falta mucho por hacer en cuando a igualdad de oportunidades, ella lo sabe lo ha vivido en carne propia, pues son pocos los espacios que pueda encontrar para que su hija pueda estudiar, incluso para hacer otras actividades, como natación es discriminada.

“Deben tener las mismas oportunidades como cualquier persona”; expresó.

Asimismo, precisó, que en el ámbito educativo es donde hace falta mayor y verdadera inclusión, pues no hay escuelas que acepten o estén preparadas para recibir a niños y niñas con síndrome de Down y las pocos que hay son muy caras, además muchas infancias sufren de bullying.

“No nos aceptan, no nos entienden, prefieren alejarse”, lamentó. Queremos hacernos visibles, y que tengan las mismas oportunidades, insistió.

Por eso, a través de su empresa, busca que estas personas puedan tener un trabajo digno, que puedan ser independientes, que tengan una vida plena, sean autosuficientes, convivan con más personas. “Día a día, hasta mi último aliento, trabajaré para eso”, afirmó.

Isela Avilés agradece este espacio, para que su hijo pueda trabajar, y que es difícil que les brinden estas oportunidades. Para la mujer, el síndrome de Down es de los más benévolos. “Mi hijo me ha enseñado más a mí que yo a él, ve el mundo desde una perspectiva Sion malicia”; afirmó.

Le ha enseñado a tolerar, comprender, a comprender que lo importante es lo que uno sienta y no lo que uno tiene. A mucha gente le lleva años adoptar esta filosofía; pero su hijo ya lo practicaba desde pequeño.

Espera que haya más comprensión y empatía por las demás personas, “regulares”, como les llaman, que sientan que pueden comprender que no tiene las mismas oportunidades.

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