Reflexiones de la marcha del 8M
*Un texto por Gabriela S.
Foto de Pamela Leal R

A las 6pm. Listas y uniformadas. Reunidas en los protegidos ‘monumentos‘ que nos sirvieron de línea de arranque y que posteriormente se volvieron lienzos para romper el silencio y hogueras para quemar a nuestros agresores.
Caminamos juntas por 90 hermosos minutos, unidas al ritmo de cientos de instrumentos, miles de aplausos, variadas e híper-atinadas consignas que nos calaban los huesos al gritarlas,¡ carteles con frases desgarradoras que resonaban en nuestras diferentes historias de violencia y opresión que se ven tan normalizadas.
Y nos encontramos todas ahí, pegadas la una a la otra, con la piel sudada y erizada, rodeadas de miles de hermanas gritando a coro los himnos de nuestra resistencia, de nuestra lucha. En cada una de nuestras voces se podía escuchar la determinación de nuestras demandas. En cada silencio se sentía la impotencia y el dolor de cada compañera que hemos perdido a manos de la asquerosa impunidad que está pudriendo nuestra historia.
De las consignas más gritadas, temidas -y acertadas-: “Mérida no es Blanca, ¡es Feminicida!”… Y sí que lo es: en lo que va del año se han registrado varios casos de feminicidio en el Estado (sí, estamos ¡en marzo!) decenas de llamadas de emergencia por agresión en el hogar, varias órdenes de restricción de mujeres a sus parejas… y miles de más datos interminables, números y estadísticas crecientes que simplemente se resumen – y se viven en carne propia- como un claro y determinante mensaje del gobierno del Estado a las mujeres yucatecas: NO.NOS IMPORTAS.
¿Por qué no vemos a nuestras compañeras desaparecidas en las “noticias”?, ¿por qué no están gritando sus nombres los “gobernantes”?,¿por qué seguimos durmiendo con miedo ¡en nuestras propias casas!? La huella de lucha que se deja en los monumentos, no borra la huella de nuestra extensa y manchada historia machista que tanto protege el conservador y obsoleto gobierno que nos “defiende”.
Y así como borran la pintura que dejamos, borran nuestros derechos y callan nuestras exigencias; tapan y esconden una vez más la horrible realidad que vivimos la mayoría de mujeres en este País. Estamos frustradas, dolidas, lastimadas ¡pero no rendidas! sino determinadas más que nunca a ser escuchadas, determinadas a exigir nuestros derechos -no a sigilos- ¡a gritos aguerridos y estridentes! Cada año, cada marzo, cada marcha somos más y nos hacemos más visibles, más fuertes.
Cada día que pasa lo estamos aprovechando con coraje y convicción para cambiar el rumbo de nuestra historia, para dar esperanza a la fuerza femenina de las próximas generaciones, para generar un cambio real en nuestro sistema.
Y seguiremos marchando. Posterior a un recuento de incontables historias, posterior a originales muestras de talento de hermanas cantoras, bailarinas, cirqueras, artistas; con la energía y voz de cambio a for de piel, termina otra marcha más. Pero no termina nuestra lucha…esa apenes empieza. Así que te invito, compañera feminista a que no solo queden nuestros carretes, galerías y redes llenas de fotos moradas, que no solo sea marzo el mes que nos da poder para defender nuestros derechos.
Mujer, hermana: ¡alza la voz! Porque no hay mejor revolución contra el sistema que ser nosotras mismas y defendernos a toda costa. Porque no hay lucha más complicada que la que ya ganamos al tirar todas esas barreras mentales que nos han impuesto por años. Nos va a costar, nos va a doler, vamos a sangrar…pero lo vamos a lograr.
No estamos cerca ni listas para bajar la guardia. Estamos listas para luchar por nuestros derechos, cueste lo que cueste. Estamos listas para defender a las compañeras que ustedes juraron proteger. Estamos listas para luchar a toda costa. Estamos listas para cambiar la historia. Nuestra historia. Porque el futuro es hoy y ¡es feminista!





*Escritora amateur. Diseñadora, ilustradora publicista y feminista. Pro Derechos Humanos. Pro Aborto. Pro Equidad. Aliada y defensora de la comunidad LGBTTTIQ+ Amante de los animales y las plantas. Creyente ferviente del poder del cambio que generamos como individuos.