María Sulú, una historia de supervivencia
Por Itzel Evia
“Mi vida no ha sido nada fácil y agradable – dice con cierta amargura María Sulú a la par que se aclara la garganta – He tenido una vida tremenda, la verdad. Mi madre fue una mujer regalada a unos tíos que fueron violentos con ella, le hicieron la vida imposible. Mi mamá fue maltratada, fue humillada por parte de (esos) señores, porque los papás de ella la regalaron con esos señores y fue tanto la maldad por parte de ellos que, al verse en esa situación, creció y buscó una salida, primero se fue, se embarazó de mí, tenía 14 o 15 años y pues ya de ahí, como era niña, no sabía lo que tenía en ese tiempo cuando se había embarazado”
María Sulú nació el 18 de octubre de 1971 pesó apenas unos 800 gramos y tenía escoliosis congénita, que es una curvatura en la columna vertebral. Físicamente las personas con esa discapacidad lucen con un pecho abultado y desproporcionado al resto del cuerpo.
“La vida de una persona con esta enfermedad no es fácil. No se puede respirar bien. Se cansa uno mucho y da mucho sueño. El sistema digestivo es defectuoso y además viene la depresión. Por mi cuenta he conseguido libros y eso me ha permitido tener una cultura regular. Me gusta especialmente la biblia”
María Sulú tiene un solo apellido porque su papá no quiso reconocerla y debido a las burlas por su aspecto físico, estudió hasta cuarto año de primaria “Se apartaban de mi por ser diferente. Siempre quise estudiar. Mi ilusión era estudiar matemáticas, pero se me rompió el corazón cuando todos se burlaban de mí. En el cuarto año de primaria fui princesa del carnaval. Decían que por pena me habían hecho princesa y eso me dolía. Al pasar el tiempo dejé la escuela para no ser humillada. Lloraba en silencio todo eso.”
Además, la violencia familiar no cesaba: su papá golpeaba a su mamá hasta cansarse y ejercía violencia económica hacia ella “Era malo de por sí, mi mamá llegó a tener una tienda, pero como el papá tenía querida, todo lo que mi mamá ganaba, él se lo robaba para dárselo a la querida.”
Más adelante, nació el hermanito de María Sulú, también con una discapacidad que se agravó por una negligencia por parte de su papá. El hermanito aprendió a caminar hasta los 7 años. Ambos fueron blanco de burlas y discriminación ante sus primos y compañeros de clase, eso dio pie a que vivieran en soledad y en confinamiento “se siente terrible que cuando estés pasando te vean o que estén cuchicheando sobre ti”.
“De ahí mi mamá conoció a un señor muy buena gente, ese señor fue militar, pero desertó y vivió con mi mamá. Él la verdad fue muy buena gente porque se desvivió por mí como por mi hermanito, él trabajaba, le daba dinero a mi mamá, pero desgraciadamente lo ganó el vicio, él bebía, pero no era malo. Trabajaba y tomaba. Lo ganó el vicio y dejó de trabajar, ya no le importaba nada, se ponía a recoger chatarra” El señor salía a buscar chatarra y en algunas ocasiones traía dinero para la casa; en otras, no. Eventualmente falleció de cirrosis.
María Sulú relata que trabajó un par de años en una empresa de reciclaje de plásticos, ahí se encargaba de seleccionar las bolsas según su color o limpieza “me daban mi buen dinero, yo trabajaba de lunes a viernes, pero en las noches porque de día el sol me lastima”; sin embargo, la empresa se fue a pique y ella se quedó sin ese ingreso.
Había días sin dinero para comer, y así fue como es que comenzaron a vender cosas, para poder cubrir el gasto familiar por una semana o 15 días y María Sulú, al quedarse desamparada, comenzó con la mendicidad.
“No es fácil tener discapacidad, no es fácil tener una vida así, porque no eres completo ¿en qué sentido? No puedes hacer la misma cosa que las demás personas, porque si pudiera trabajar como una persona normal, no haría esto, pero hay veces mucha gente no te entiende, no te comprende y de la misma manera que uno lo dice, porque tu sientes, tu sabes lo que tu cuerpo siente, pero la vida es buena vivirla, sí es buena, es bonita, pero cuando la vives con dios.”
Ella ahora vive en Cholul y ha buscado salir adelante aún con la discapacidad, además ha encontrado un espacio seguro en la religión. Si deseas ayudarla, puedes contactarte con ella al 999 133 4269.