“Hay una conexión mucho más dinámica entre los corales y los manglares de la que conocíamos”: investigador de la Universidad de Miami
Por Patricia Ramírez/Causa Natura Media/FOTO: ELIZABETH RUIZ/CUARTOSCURO.COM
Hasta hace unas décadas la investigación de manglares no tenía prioridad entre la comunidad científica. Estos ecosistemas, que han sido convertidos en desarrollos urbanos o puertos camaroneros, predominan en las costas tropicales que van de Florida, Estados Unidos, hasta Brasil, y brindan oxígeno y protegen de huracanes.
El investigador Rafael J. Araujo comenzó a interesarse en estos ecosistemas desde que era estudiante. Al terminar su licenciatura como biólogo marino en Bogotá, decidió contactar a Samuel Snedaker, un investigador vinculado a la Universidad de Miami, considerado uno de los fundadores de la ecología de manglares.
“Me contacté con él y le dije que tenía interés en ser su estudiante. Él me acogió en su laboratorio y fue mi mentor”, recuerda el investigador colombiano, quien actualmente es parte del Departamento de Biología Marina y Ecología de la Universidad de Miami.
Araujo se enfocó en la arquitectura de los bosques de manglar. Esta fue y ha sido su principal línea de investigación: los aspectos estructurales. Pero además ha trabajado en el vínculo entre los manglares y las comunidades de corales.
En 2022, la investigación dio un paso más allá cuando un grupo de investigadores de la Universidad de Miami, el Santa Fe College y la Universidad de Florida, entre ellos Rafael J. Araujo, desarrolló un sistema que permitió identificar cómo los corales, que son característicos de los mares, migran a los manglares como refugio. Lo que resulta de relevancia ante las amenazas que sufren los arrecifes debido a la contaminación, la pesca excesiva y la destrucción por la actividad humana.
– ¿Cómo surge esta línea de trabajo sobre manglares y corales?
Una de mis líneas paralelas de trabajo es la importancia de los manglares para los peces, especialmente, los de arrecife. De esto nació el interés por hacer un vínculo entre los manglares y las comunidades de corales que crecen dentro.
Esto no se había reportado de manera extensiva con anterioridad por muchos motivos, tal vez no estábamos viendo o no estábamos reconociendo esta asociación. Y aunque siempre se supo que habían pequeñas comunidades de corales en los manglares, lo que estamos reportando es un sistema en el cual los corales usan los manglares como refugio contra condiciones que son extremas.
Por ejemplo, ante las altas temperatura en el arrecife, las zonas de manglar ofrecen sombra, una temperatura más baja y otro tipo de condiciones físico químicas que permiten que migren desde el arrecife hasta el manglar, como en Boca del Toro, Panamá, que encontramos que van 20 metros dentro, lo cual es bastante.
Hemos estado tratando de describir por qué estas comunidades son independientes, se deben considerar independientes y, además, hay variedad, no son homogéneas, sino que hay diferentes tipos de asociaciones entre los corales y los manglares.
– Y cuando realizaron este sistema de clasificación, ¿cuál fue el proceso para identificar esta relación?
Cuando decidimos hacer el sistema de clasificación lo primero fue buscar este tipo de asociaciones en la literatura (científica). Encontramos que habían reportes que se remontaban a los años 50, entonces una vez acumulados estos documentos pudimos ver lo que se estaba describiendo y qué tenía en común con lo que estábamos viendo en Panamá.
Así construimos un modelo en el cual pudimos utilizar sistemas de información geográfica para alimentar con ciertos parámetros, por ejemplo, marea, presencia o ausencia de manglares, presencia o ausencia de corales, entre otras, y poder predecir cuáles son las localidades potenciales de este tipo de ecosistemas.
La intención es que más y más investigadores cuando encuentren estas zonas puedan reportarlas y esto ayude a crear una base de datos que cada vez sea más robusta y nos facilite entender mejor las condiciones que propician esta asociación.
– Una vez obtenidos estos primeros resultados, ¿qué es lo que permite entender que exista esta relación entre manglares y corales?
De manera más inmediata, lo que nos permite la clasificación es entender que hay una conexión mucho más dinámica entre los corales y los manglares de la que conocíamos anteriormente.
El sistema clásico describe zonas costeras tropicales donde hay una franja de manglar que puede ser pequeña o muy extensa, luego generalmente sigue asociado con pastos marinos y luego hay un arrecife de coral. Y siempre hay conexión entre estos tres ecosistemas.
Pero lo que no habíamos identificado antes es que los corales posiblemente están migrando ahora hacia áreas de manglar donde las condiciones físico químicas no son tan extremas como en el arrecife. Entonces si hay estrés de temperatura en el arrecife algunas de estas comunidades van a poder sobrevivir refugiadas en el manglar donde la temperatura es más baja porque están bajo la cobertura del dosel del bosque.
Lo que queremos entender es cuál es la dinámica que favorece este establecimiento del coral dentro del bosque de manglar y las aplicaciones de manejo inmediatas. Por ejemplo, nos da más ímpetu para proteger los manglares ya que estos pueden ser como una reserva de coral que antes no estaba identificada. Puede que muchas de estas especies vayan a existir en el futuro asociadas con el manglar ya que la vida en el arrecife es muy estresante.
– Además de la ciencia, ¿cómo podrían trasladarse estos hallazgos a otros aspectos como la toma de decisiones desde el ámbito político o social?
Es increíble esta pregunta porque ese es realmente el objetivo de los que trabajamos en manejo: el ver cómo transferir esto a algo más real que naturalmente proteja al ecosistema.
De una manera inmediata, lo que esto hace es que eleva la importancia de estos ecosistemas costeros porque ya sabemos, por ejemplo, que conservar el manglar es mucho más barato que removerlo y luego proveer los mismos servicios. El manglar protege contra la erosión, protege contra las tormentas y esto se puede medir y transferir a un costo económico y ese costo económico naturalmente tiene un valor político importante porque si no está el manglar, vamos a tener que construir un muro y este muro va a ser mucho más caro que la protección natural.
La otra es que hay nuevos mecanismos económicos que están surgiendo con base en las economías de carbono azul. Entonces países como México que tienen áreas de manglares extensas, de las más grandes del continente americano, van a poder monetizar esta protección del manglar a un nivel gubernamental y podrían utilizar estos bonos de carbono para satisfacer las promesas que han hecho en los foros internacionales con respecto a los compromisos que tienen para mitigar el cambio climático.
– Desde tu perspectiva como investigador de Colombia trabajando en la Universidad de Miami, ¿cómo percibes las oportunidades para la comunidad científica en otros países de América Latina respecto a los manglares?
Yo pienso que a nivel global América Latina siempre ha estado a la vanguardia de lo que está sucediendo respecto a los bosques de manglar. Tal vez porque hay menos dinero o por cualquier otro motivo social o económico siempre se están buscando alternativas que sean diferentes a las que promueven naciones como los Estados Unidos.
En términos de protección todavía falta mucho y México es un buen estudio de caso porque han habido ciclos en los cuales se protegen los manglares, luego se quita la protección o es un poco débil, luego vuelve la protección… pero siempre hay una conciencia medioambiental y eso es persistente en América Latina. La gente tiene una conciencia más sofisticada con el medio ambiente, tal vez por la conexiones más cercanas que históricamente han tenido con los ecosistemas.
Esto para mí es una causa de optimismo porque veo que países como México, Colombia y Brasil están explorando mecanismos diferentes y únicos y en los cuales se busca incluir la voz de las comunidades locales, lo que es importante para éstas y cómo pueden tener un papel más participativo en el manejo de los manglares.
Siempre Latinoamérica, y Asia también, han tenido un papel importante en empujar que la comunidad local sea parte de la decisión y que sus valores, su historia, sean parte de la forma en la que manejamos el manglar. Esto me parece a mí que es la contribución más importante de América Latina con respecto a la conversación de cómo manejar los manglares a un nivel local.
– Y tras la clasificación, ¿qué sigue respecto a tus líneas de trabajo?
La clasificación es un llamado a la comunidad científica para que nos ayuden y empiecen a ver que esto podría estar ocurriendo en sus lugares de trabajo, pero que nunca nadie los ha visto, los ha reportado o no piensa que son importantes. Entonces esto (la investigación) nunca termina, como cualquier ejercicio científico siempre crece, crece y crece con la contribución adicional.
Otra cosa en la que estoy trabajando ahora es en educación, pero no educación a nivel superior, sino que estoy desarrollando con la Escuela de Música, la Escuela de Ingeniería y la Escuela de Educación de la Universidad de Miami una simulación usando realidad virtual que se llama “La ciudad del manglar”. Y esto vamos a distribuirlo de manera gratuita y traducido a más de 40 idiomas para que niños de entre los 10 y los 14 años en cualquier lugar del mundo puedan utilizar este juego de realidad virtual para entender por qué los manglares son importantes, cuál es el futuro de los manglares y cómo pueden ellos participar en este futuro.
Finalmente estas son las personas que van a heredar el mundo quebrado que les dejamos y es importante que desde mucho antes empiecen a ver la importancia de estos ecosistemas y cómo ser parte de ellos y de la solución. Es algo que me tiene muy contento porque llegar a este público de tan joven es algo en lo que nunca pensé antes.
*Este artículo fue originalmente publicado en Causa Natura Media.