Arte y determinación: una entrevista a Jazmín Alhelí 

*De la serie Meteoritas: Por Itzel Evia Osalde/Foto portada: Xlaceci

Foto: Fernanda Camacho
Foto: Pao Maas

“Valiente, impulsiva, con mucha energía y con una facilidad para decir claramente sus puntos de vista” así es como Jazmín responde a cómo la describirían por una persona que la conoce muy bien. 

Posiblemente esas características notaron las dos vecinas que se acercaron a su mamá a decirle que a Jazmín le gustaría mucho estudiar en el Cedart, el único bachillerato de educación artística en Yucatán. 

Sin embargo, siendo la tercera de cuatro hijos en una familia con mucha violencia y pocos recursos económicos, profesionalizarse en una rama de las artes no parecía el inicio de un futuro prometedor. Entonces estudió un tiempo en otro bachillerato con un plan de estudios ordinario, es decir, que se quedaba al margen de lo artístico. Insatisfecha y más segura que un año atrás, presentó el examen de admisión al Cedart. 

“Cuando hice mi examen de admisión, me di cuenta que estaba en el lugar correcto, no sabía muy bien toda la parte técnica, ni todo el bagaje cultural ni de libros que se hablaba en ese momento. Me empecé a dar cuenta que eso me estaba gustando, porque llegué a hacer exámenes para actuar, bailar, cantar, para ver cómo era mi dibujo, para hablar, para expresarme, entonces ahí se me abrió un panorama y cuando empecé las clases de teatro me daba cuenta que en realidad eso me llamaba mucho la atención, me gustaba y además tenía una facilidad para interpretar; creo que fue ese momento donde yo dije de aquí soy”

Además <del cambio está en uno mismo>, entre las frases que más daño le han hecho al mundo está que <el poeta nace, no se hace>. Como bien recuerda Elena Ferrante, la discusión sobre el talento no ha experimentado grandes avances. Es común que quienes se inicien a una edad más tardía en el campo artístico se cuestionen si esa es su vocación, si nacieron para ello.

“Cuando entro al Cedart, me guiaba por la palabra talento, yo quería ser una persona talentosa pero creo que también a raíz de la deconstrucción del proceso que he llevado, me he dado cuenta que en realidad todas las personas somos sensibles a la vista, a la escucha, al olfato, al tacto  […]. Me parece que más bien deberíamos caminar hacia potenciar esas sensibilidades. El talento desde la vieja escuela, se puede definir como estas personas que sobresalen por mucho más que las otras, se hacen visibles porque se les da la facilidad para hacer las cosas. En mi caso, lo empecé a separar, porque muchas de las personas a las que se les decía talentosas me daba cuenta que habían tenido más años de preparación que yo, había una persona en mi grupo al que se le decía que era muy talentoso, pero esta persona había llevado clases de piano desde los 9 años, me sobrepasaba, esa persona sí conocía notas, nombres y obras; yo no estaba a ese nivel porque no había tenido ese acercamiento”.

Desde los 6 años, unos años antes que su compañero de clase se familiarizara con las partituras de Chopin, Jazmín ejecutaba una variedad de oficios para no ser un gasto más en el hogar: en las mañanas revendía dulces y calcomanías en su escuela y en las tardes, se desenvolvía como niñera o auxiliar de su mamá limpiando casas. Cuando ya estaba más cerca a la edad legal de trabajar fue mesera y vendedora en tiendas de distintos giros: zapatos, botanas, duplicados de llaves y viveros. En ese entonces, lo más próximo a su dedicación actual, posiblemente fue su interpretación de las princesas de Disney para shows de fiestas infantiles. 

En contraste, las personas con el poder adquisitivo inscriben a sus hijxs en  internados o clases por las tardes para que desde sus primeros años de vida embeban el mundo de las artes. En esa misma atmósfera, se respiran frases célebres cuyo principal objetivo es marcar una línea entre la “gente promedio” y el artista de verdad.  

“En la vieja escuela se decía que tú no eliges al teatro, el teatro te elige, dándole mucha fuerza al talento. Creo que ese pensamiento ha hecho mucho daño porque te puedes sentir como una persona nada sensible o que te cuesta mucho trabajo entender la parte técnica, pero no quiere decir que el teatro no te está eligiendo, cuando haces algo nuevo de por sí te va a costar trabajo entenderlo, aprenderlo, hacerlo fluido… creo que a partir de estas frases no hubo un año en el que yo no me preguntara si debía estar en la universidad de artes, hasta que llegué a la conclusión que eso me hacía feliz y que si bien el teatro no me había elegido, yo sí estaba eligiendo el teatro, quien lo está ejecutando soy yo y si elijo que quiero hacer teatro y que lo voy a hacer porque me da felicidad pues más allá del talento que pueda tener o no, esa pasión va a definir una disciplina o el tiempo que le voy a dedicar y eso me va a hacer sobresalir”

Las mujeres; así como no gobiernan en la mayoría de los países, no están a la cabeza del vaticano ni ganan lo mismo en el deporte que sus pares hombres, tampoco dominan el mundo del teatro. Durante mucho tiempo, no se les permitió su participación como dramaturgas; menos como actrices o directoras. En algún momento, ni siquiera como espectadoras. Aun ante la adversidad, las mujeres creadoras estuvieron ahí, pero en el anonimato o relegadas

Y cuando por fin pisaron los escenarios, se enfrentaron a nuevas problemáticas. Estar supeditadas a un ambiente cuyas reglas estaban escritas por los hombres. Desde actos de violencia hasta la imposición de un canon de belleza patriarcal, que jerarquiza las corporalidades, los tonos de piel y los rasgos de la cara: criterios que hacen la diferencia entre ser la actriz principal o una tramoyista. 

Nos encontramos con directores que quieren abusar sexualmente o que solo te van a poner si cumples el cuerpo hegemónico y con la cara también, que si te van a poner ciertas escenas de desnudo lo hacen para saciar su propia mirada o si no cumples con estos rasgos de ser bonita en el teatro, pues entonces van a ocupar tu mano de obra para explotarte, como todos esos pequeños esquemas en los que tu le sirves a alguien, en lo que a ti como persona te dan un uso”

En el caso de Jazmín, una mujer prieta, de cabello oscuro y lacio, sobrellevaba una condición en la cual su mandíbula crecía en desproporción a la maxilar superior, padecimiento que le causaba molestias al comer, dolores frecuentes y a juicio de sus maestros, la imposibilidad de obtener un personaje protagónico. 

“Mientras que para mí era algo de salud, para el teatro era algo estético […] era porque mi cara no les agradaba, entonces el maestro me presionaba para que me operara la mandíbula. Si bien sabía que esa operación tenía que suceder, no me parecía que esto fuera un obstáculo para que calificarán mi interpretación o mi disciplina en el teatro”

Por fin, la operación ocurrió y con eso acabó el desfase en la mandíbula, el dolor al masticar y el seseo involuntario. Jazmín estaba lista para enfrentarse a otros campos de batalla.

Foto: Fernanda Camacho

Con una capucha negra que cubre la cabeza,  un pequeño teatro de madera conocido como butai y su bicicleta, Jazmín presenta Ramona viaja en bici, un proyecto itinerante que se traslada al paisaje rural de Yucatán. 

Haciendo un guiño a la mujer índígena tzotzil del movimiento zapatista y usando la técnica del teatro de papel, el espectáculo es unipersonal: Jazmín en escena, narrando a través de una vendedora de chicles, una historia alternativa sobre la resistencia del pueblo maya. 

“…viaja a diferentes espacios, conformado por tres cuentos, específicamente hablando de la historia de Yucatán, vamos a abordar el inicio de la civilización maya, cómo se vivía antes de que hubiera una colonización. En un primer cuento se toca ese pre, el momento de la llegada exacta de los españoles, en el segundo cuento se desarrolla el momento de rebeliones que es cuando el pueblo maya empieza a resistir ante la colonia y en un tercer cuento, es más hacía la utopía, hacia lo que nos gustaría caminar, hacia ese otro mundo posible que creo que se puede dar a partir de la ficción”

Ramona viaja en bici se ha trasladado para presentarse en Sanahcat; Tecoh (Telchaquillo, Chinquilá e Xcanchacán); Homún; Sotuta; Valladolid; Umán (Hotzuc y Petecbiltún); Izamal (Citilcum); Tahmek; Teabo; Kanasín; Cholul, Cantamayec; San José Tzacalá; Sitpach; Celestún; Halachó; Nuevo Jerusalén, Bacalar, Q. Roo y Chiapas (San Cristóbal de las Casas). Estuvo apoyado por el programa Alas y Raíces de la Coordinación Nacional de Desarrollo Cultural Infantil (CNDCI). 

La pedagogía, la interpretación y lo político es la tríada que ha dado vida a sus proyectos.

“…en la pedagogía lo que hago es llevar las técnicas teatrales principalmente a las niñeces; en interpretación es cuando como actriz hago un trabajo de investigación hacia los personajes, hacia las historias, es ahí donde entra el feminismo: la manera en cómo yo me he preguntado qué historias quiero contar y cómo las quiero contar a partir desde estas perspectivas de género. Y la tercera sería la política, que cada acción que yo hago intento que sí se rija por una cuestión ética”

Como juego ante la no binariedad del lenguaje e integrar la tecnología al desarrollo, Jazmín también crea El club de ninjas, un espacio pedagógico virtual para niñxs de 8 a 12 años, que por medio de las artes escénicas, aprenden herramientas útiles para la vida, como la improvisación, estar más alertas en sus sentidos y hacer valer su voz, en un espacio que se construye desde la horizontalidad. 

Decir ninjas no estamos indicando si es un hombre, si es una mujer, o si es un elle; y el ninjas también tiene que ver con una cuestión de poner en alerta todos nuestros sentidos.”

El proyecto nace en pandemia y ha sido un pretexto para poner en práctica teorías teatrales desde su mirada feminista; pero además guiar a lxs niñxs de que otro mundo es posible: un espacio no debe estar dominado por quien habla más fuerte o tiene más edad. 

“Creo que otras cosas que también aprenden es a hacer valer su voz, para mí ese es el sentido político del club, que entiendan que ya desde pequeñas y pequeños tienen derechos y ocupan un lugar en el mundo y lo que están haciendo en el club es fortalecer su cuerpo, voz, mente y espíritu. Entonces volverlos sujetas y sujetos políticos para que también puedan tomar y decidir en los espacios. También trabajo mucho desde esta mirada no adultocentrista, darles el espacio y la voz para que expresen lo que necesitan. Creo que eso es un cambio muy importante, el hecho de que no soy una maestra; sino me vuelvo una guía y que siempre que quieren hacer algo, tienen la confianza de proponer sin que piensen que la palabra de la persona adulta es la última que vale.”

Y por último, Contrayerba. La colectiva y obra de teatro homónima al libro de Ana Patricia Martínez Huchim, escritora y estudiosa de la tradición oral maya. 

“Contrayerba creo que fue una obra que justo hace un parteaguas hacia el tipo de artista con el que me defino actualmente. Antes de eso, pues estaba en otros procesos, habían cosas que no miraba tanto y que a partir de Contrayerba y del encuentro con Christi (Uicab), yo sí me propuse a crear escena pero abrazando mucho el concepto de la sororidad. Todo lo que significaba, tanto con mi compañera de escena, como de sororidad hacia la creación, hacía el imaginario de estas personajas”. 

Contrayerba es la puesta en escena sobre la vida de cuatro mujeres: una espiritista, una trabajadora sexual, una partera y una culebrera; unida por la historia de una escritora, Soledad; enmarcada en un mundo que arroja machismo, pobreza y discriminación. Sin la exotización o la parodia típica a las mujeres mayas, la obra teatral despierta las fibras sensibles de cualquier espectador. El estilo de vida recreado en esas historias es un vistazo genuino a sus oficios; así como la relación con la comunidad y por supuesto, la naturaleza. Una ofrenda a la tradición oral maya.

Fue producida por el Programa de Acciones Culturales Multilingües y Comunitarias (PACMyC) en 2019. Desde ese entonces se ha presentado en Peto, Cholul (Yucatán) y la Ciudad de México y en 2022, fue aplaudida por un sala casi llena del Centro Cultural Olimpo en Mérida. 

Foto: Xlaceci

A la niña de 6 años, que vendía dulces y calcomanías, tal vez no le hicieron falta unos pesos en su bolsillo en el día a día, pero sí una persona adulta que pudiera explicarle las otras formas en que el mundo puede girar. De ahí que sus proyectos estén dirigidos -en su mayoría- a niñas y niños.

“Ha sido siempre un regalo para mí misma, apapachar a esa niña interna que tuvo muchos miedos, que tuvo que buscar la manera de solucionar los conflictos en los que estaba. En principio creo que es un regalo para mi niña interna, porque se lo debía… más que porque se lo debía, creo que es porque quería ser ahora -aunque suene muy trillado- como esa adulta que hubiera necesitado cuando yo era una niña y porque también creo que en esas etapas de crecimiento y donde vas desarrollando el pensamiento crítico, se vuelven puntos claves para la adultez.

Vestida de negro, con una gran sonrisa, como la adulta que ahora es, pero con los reflejos de la niña que hay dentro y montada en su bici rodada 29, Jazmín se prepara para la próxima aventura.

*Esta entrevista forma parte de Meteoritas, un proyecto de periodismo narrativo feminista que entrevista a mujeres de a pie, que día a día mueven el mundo. Es un retrato escrito de su vida, sus oficios y su relación con la comunidad. Es coordinado por Itzel Evia Osalde.

Compartir