Seguimos Juntas en Yucatán #8M
*Por Rosa Cruz Pech

El 8 de marzo se conmemora y vive el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, día que recuerda las luchas que las mujeres emprendieron desde el siglo pasado para reivindicar mejoras en sus condiciones de trabajo. Finalmente, fue en 1977 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. En la actualidad se puede observar a millones de mujeres en todo el mundo saliendo a manifestar y marchar para exigir que se garanticen y protejan sus derechos humanos, y ya no sólo laborales, ahora todos los derechos que les aseguren tener una vida libre de violencia.
Como ya es de saber, a finales del 2019 el mundo entero fue atravesado por la pandemia llamada COVID-19, la cual inició en China y se extendió por todo el mundo, convirtiéndose en una pandemia global que, dolosamente, ha causado la muerte de millones de personas. Desde que se desató la COVID-19, se intensificaron los problemas asociados a la salud, la economía, la política y todo tipo de violencia contra las niñas y las mujeres, sobre todo en el hogar, espacio en donde se supone estarían a salvo de la pandemia de coronavirus, pero no de una segunda pandemia llamada machismo.
Lo difícil de la pandemia, en cuestión de violencia hacia las niñas y mujeres, fue su intensificación en todo el mundo y el aislamiento que bloqueó cualquier intento de auxilio. Es de mencionar que la violencia basada en el género no es un síntoma que la pandemia originó, desde antes la violencia ya era un problema público preocupante y urgente de atender en México y otros países. La ola de agresiones hacia las niñas y mujeres ya existía en los diversos contextos en los que se desarrollan, la pandemia sólo agudizó la violencia, pues las niñas y mujeres tuvieron que encerrarse en casa junto a sus agresores las 24 horas del día, sin tener la oportunidad de acudir en búsqueda de ayuda en los centros e instituciones encargadas de brindarlas. Además, la prioridad ha sido la atención médica a quienes resulten con contagios del coronavirus, recortando los presupuestos destinados para las campañas de prevención, atención y sanción de la violencia basada en el género, amplificando el malestar de este sector poblacional.
Se intensificaron las llamadas al 911 y las líneas telefónicas especializadas en atención de las mujeres víctimas de algún delito, los refugios para las mujeres en situaciones de extrema violencia se saturaron y cerraron sus puertas, se abrieron cientos de investigaciones sobre delitos de violencia familiar, se intensificaron las órdenes de protección, así como de medidas precautorias en materia familiar y en pensión alimenticia.
La agresiones sexuales, físicas, emocionales, económicas y patrimoniales también fueron aumentando en los ambientes privados, pero no dejaron de existir en los espacios públicos. Los secuestros, asesinatos y feminicidios también siguieren presentes a lo largo de la pandemia. Con el aumento de los casos de defunciones y contagios por COVID-19, la virtualidad se convirtió en la estrategia principal para la llamada sana distancia, siendo el espacio con mayor interacción entre las personas, ya sea por cuestiones laborales, escolares o de entrenamiento, causando que las agresiones que se componían en los espacios físicos escalaran a los espacios digitales, creando así nuevas formas de agredir a las niñas y mujeres.
La violencia económica hacia las mujeres se incrementó con los despidos injustificados, la disminución del salario, el poco apoyo para las mujeres trabajadoras y madres. Las mujeres están más presentes en los trabajos informales, que por cuestiones de salubridad tuvieron que cerrar, dejando a las compañeras sin recursos para sostener a sus familias. Los despidos de los hombres también causaron daños colaterales a sus familias, incluso aumentando la inseguridad y violencia familiar.
La niñez y adolescencias enfrentaron elevadas cifras de deserción escolar , pues tuvieron que abandonar sus estudios por diferentes causas como no tener las tecnologías necesarias para las clases virtuales, internet o porque tuvieron que salir a trabajar para apoyar a sus familias. Esto último, claramente aumenta la vulnerabilidad en niñas y mujeres, quienes están en la espera de depender económicamente de los hombres que la rodean, y que finalmente, al no tener autonomía económica, ni educación que les garantice el acceso a una profesión, las orilla a tener que tolerar y soportar los abusos que les realicen los hombres a su alrededor.
Sin embargo y pese a este doloso panorama, las mujeres han estado trabajando arduamente para apoyarse entre ellas mismas; se han realizado campañas de recaudación de recursos para donar a mujeres y niñas que lo necesites, también doblaron esfuerzos para continuar con la ardua y respetable labor de acompañar a niñas y mujeres víctimas de alguna de las tantas violencia aquí mencionadas. Se ha manifestado para denunciar la violencia institucional que sigue fuertemente presente en el estado y que sólo vuelve a dañar a quienes decidieron denunciar. Se han realizado ruedas de mujeres para proteger a sus compañeras mientras viajan o salen de noche, para brindar acompañamiento emocional a quienes lo necesiten, salieron a gritar por la falta de claridad y justicia para las víctimas de feminicidio y sus familias, han alzado la voz para exigir espacios seguros libres de violencia virtual y sexual y se han formulado iniciativas de leyes y de proyectos buscando garantizar nuestros derechos como mujeres. Pero lo anterior no es suficiente para poder dar soluciones a un problema estructural que necesita de medidas interdisciplinarias desde diferentes sectores de mando.
El día de hoy #8M después de casi dos años de encierro por la pandemia, las mujeres en Yucatán y todo México saldrán a manifestarse y marchar en los espacios públicos para gritar en colectivo que el hartazgo continua, que las exigencias siguen presentes, que no necesitan más simulaciones alusivas al 8 de marzo, que la foto y el listón morado de las autoridades no bastan. Se necesitan acciones concretas por parte de quienes tienen la responsabilidad y obligación de otorgarnos justicia y seguridad. En Yucatán se saldrá a exigir la erradicación de los feminicidios en el estado, los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Aborto legal, seguro, gratuito y libre. No más violencia sexual, laboral, física, psicológica, vicaria, económica, patrimonial, digital, política, institucional y feminicida. No más simulación de ser un estado seguro, cuando la violencia se desborda por los espacios privados y públicos.
Las consecuencias de la pandemia han sido muy fuertes en todo el mundo y ha debilitado varias luchas, sin embargo, las mujeres saldrán para gritar que siguen juntas, que la pandemia no las vence y que seguirán alzando la voz hasta que la justicia llegue para cada una. En Yucatán la marcha principal será en Mérida y se espera la participación de un gran número de mujeres y contingentas, se ha mencionado que es una marcha diversa, en donde todas las mujeres pueden ir; mujeres cis, trans, lesbianas, bisexuales, asexuales, poliamorosas, madres, hijas, nietas, abuelas, docentes, amas de casa, trabajadoras del hogar, estudiantes, indígenas, afrodescendientes, mujeres con discapacidad, niñas, adolescentes… La voz de todas. También se realizarán en otras jurisdicciones como Motul y Valladolid, esperando que más municipios se vayan sumando como en años anteriores.
Convocan este 8 de marzo en las instalaciones de la antimonumenta feminista, ubicada en el Remate de Paseo de Montejo, a las 6 de la tarde. El lema es “Marcha Violeta, la voz de todas”, y se pide a las compañeras respetar las medidas de seguridad indicadas para salvaguardarse de la pandemia.
*Activista, defensora de los derechos humanos y fundadora de la agrupación Uady Sin Acoso.