En el centenario de la UADY, estudiantes exigen espacios libres de violencia de género
Fotos: Cecilia Abreu
La presencia de las mujeres en las universidades ha ido aumentando a lo largo de los años, tanto en el sector estudiantil, como en el académico. Sin embargo, aún existen muchos factores de desigualdad que dificultan el acceso, la permanencia y la movilidad de dichas mujeres. Estas diferentes formas de discriminación se ven reflejadas todos los días, desde el hecho de que existan carreras llamadas “masculinas”, porque requieren mayor esfuerzo físico o inteligencia; el acaparamiento de hombres en altos cargos directivos, y la violencia simbólica que está presente todos los días en los espacios educativos.
Mónica Abigail Huerta Ordóñez, primera mujer en ser Consejera Alumna de la Facultad de Ingeniería, indicó que éste es un espacio donde sólo el 20 por ciento de la matrícula son mujeres, y donde todos los días deben luchar en contra de los estereotipos de género. “Tomo la palabra nombrándome como mujer feminista, cansada de tanta violencia e impunidad. Y la tomo para cuestionar cómo es que queremos que sean los siguientes 100 años de la universidad. ¿Seguiremos actuando de manera reactiva y sólo hasta que las problemáticas se vuelvan mediáticas o al fin dejaremos de tratar los casos de forma aislada?”
Porque es evidente que dentro de los espacios universitarios existe violencia. Prueba de ello, son las múltiples denuncias por acoso sexual, compañeros tocando a sus compañeras en el salón de clases; hostigamiento sexual, profesores que aprovechan su posición de poder y piden favores sexuales a sus alumnas, incluso siendo menores de edad; abuso sexual y violación, alumnos y profesores que han traspasado los niveles de violencia; discriminación, porque nos siguen pensando menos inteligentes y menos capaces por ser mujeres; hasta presunto feminicidio, porque no olvidamos que aún no tenemos justicia por Karla, quien falleció realizando su servicio social y fue nombrado como presunto suicidio, y por quien la universidad todavía no se ha pronunciado ni contactado a sus familiares.
Evitar hablar de manera abierta y tomar una postura sobre estas situaciones sólo invisibiliza esta problemática, porque lo que no se nombra, no existe.
Afortunadamente la comunidad estudiantil cada vez en más consciente de la situación de vulnerabilidad en la que nos encontramos y han surgido varias campañas y colectivos que han evidenciado la emergencia en atender estas violencias. Algunos ejemplos son UADY sin acoso, los tendederos de denuncias, manifestaciones en las puertas de las Facultades, Preparatorias y del Edificio Central.
Si ya nos están expresando cuáles son las problemáticas que existen en la universidad, ¿por qué no escuchar y trabajar en conjunto con el estudiantado?, ¿o cuando colgaron los tendederos en cada institución se tomaron el tiempo de leerlas?

Se le reconoce también a la universidad todos los esfuerzos que han existido para erradicar la violencia hacia nosotras: Al Programa de Género que en sus 10 años han trabajado por sensibilizar y atender sobre estas problemáticas, a las maestras que desde las aulas nos enseñan sobre nuestros derechos, a no callar y nos acompañan en esta lucha. A las compañeras que desde sus trincheras nos ayudan a colectivizar y levantando la voz, a las colectivas de la Universidad por organizarse y acompañarnos, a mis compañeras dirigentes estudiantiles por sumarse desde estos espacios a denunciar las violencias y no callar.
Las universidades tienen una deuda histórica con las Mujeres. Hoy Queremos 100 años más de lo que fue la Universidad Nacional del Sureste, luego la Universidad de Yucatán y desde 1984 la Universidad Autónoma de Yucatán, pero 100 años en dónde las mujeres estemos presentes y al frente.
Y mientras no reconozcamos esta problemática ni la asumamos socialmente, los protocolos podrán atender ciertos casos aislados, pero los abusos se seguirán dando, y se seguirá solapando y justificando a quienes los cometen.
